¡Quién me lo iba a decir! Mi mercera, que roza los 65 años, dándome consejos de cosmética natural. ¡Me encanta!

Yo la he escuchado, claro, aunque en casa llevamos veinte años usando productos ecológicos e hipernaturales para cuidarnos la piel, todos: mi marido, mi hija y yo: cremas que solo contienen aceites de plantas, agua, arcilla blanca…; desodorantes sin aluminio; champú sólido…Y estamos encantados y súper convencidos de que es lo mejor, tanto para nuestra salud - no lo llamo cosmética sino cuidado, o salud, de la piel - como para el planeta, que bastantes residuos acumula ya el pobre.

Y cuando hoy voy a comprar una bobina de hilo, hablando de una cosa pasamos a otra, le pregunto por calcetines de fibras naturales, lana, algodón, porque con la entrada en la pubertad a mi hija le suda el pie y las axilas, y me recomienda, con pasión y argumentos, productos naturales. Piedra de alumbre para axilas y unos polvos naturales formulados por su farmacéutica. Y me aconseja que se dé solo productos 100% naturales, que nada más entre en contacto con su piel. Y me informa de que los desodorantes convencionales contienen sustancias tóxicas que le pueden hacer daño, que tienen aluminio, y me explica cómo usar la piedra, que la moje en agua, y que dura años.

Yo atiendo su exposición, la misma que hace años no doy a nadie, porque me cansé de que me mirasen callados con cara de pensar “pobre ecologista rara y exagerada” o me discutieran defendiendo los productos de cosmética convencional, “que además son mucho más baratos”.

Me encanta, casi no me lo creo, pero parece que sí, que ha calado, y en todos los grupos de edad, el mensaje de que la salud se mantiene usando productos naturales también para la piel.

Y la charla con mi mercera me da esperanza de que es posible que también se genere conciencia social y medioambiental para la ropa, que nos vistamos con prendas de fibras naturales, algodón ecológico, lino, lana, poliéster reciclado…, que pidamos ropa de fabricación local, sin tintes tóxicos, que en su producción se haya minimizado al máximo el impacto ambiental y que se hayan observado las normas laborales que, como mínimo, tenemos en nuestro país. Y que el argumento del precio deje de ser una barrera, porque sea preferible tener un pantalón de producción sostenible que nos haga disfrutar al vestirlo, en vez de cinco de origen dudoso y pobre calidad.

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